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Desde celebres pensadores como el canadiense Lou Marinoff (Filósofo y escritor autor del Best Seller: Mas Platón y menos Prozac) hasta no tan virtuosos comediantes como el colombiano Andrés López, han sentado su voz de protesta en contra de lo que representa para ellos la Psiquiatría, las clasificaciones de enfermedad mental y los productos farmacéuticos usados para el tratamiento de dichas condiciones.

No es una idea nueva, ni siquiera pertenece a este siglo. Ya hace 50 años, los Psiquiatras David Cooper, Thomas Szasz y Ronald D. Laing, junto al historiador y filósofo Michael Foucault, dieron origen en la década de los sesenta a un movimiento que desafió abiertamente las teorías y prácticas fundamentales de la psiquiatría convencional: La Antipsiquiatría.

Con lo anterior se hace claro lo ya evidente: La psiquiatría y todo lo que esta envuelve no cuenta precisamente con el mayor de los respaldos, ni con la importante aceptación pública. Por el contrario existe cierta animadversión con todo lo que la recuerda.

Hasta este punto no existe ningún tipo de controversia, cada ser humano es libre de tomar posturas de acuerdo a la información, conocimientos y experiencias que tenga sobre un tema. A pesar de esto hay un grupo de personas que se ve afectado por el resultado de esta “teórica y académica” disertación; día a día millones de individuos y familias deben llevar a cuestas el bien denominado Estigma de la Salud Mental.

Profesionales médicos, medios de comunicación, la ciudadanía en general y los mismos pacientes, muestran falsas creencias y prejuicios en torno a la enfermedad mental, esto dificulta el proceso de recuperación, el cual se puede lograr con el apoyo obtenido a través de un entorno favorable en el que su condición no sea valorada como sinónimo de incapacidad o exclusión.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA) han reconocido que el estigma y la discriminación asociados a los trastornos mentales están directamente relacionados con situaciones de sufrimiento, discapacidad y pérdidas económicas y han intentado favorecer el debate analizando la naturaleza, las causas y las consecuencias para sugerir y promover programas para combatir esta problemática.

“Corresponde” entonces a los profesionales de salud educar y dar a conocer información acerca de las llamadas Enfermedades mentales para evitar y eliminar este tipo de discriminación; informando a la población acerca de posibilidades reales de rehabilitación, tratamiento e integración social y diferenciando adecuadamente las alteraciones patológicas de aquellas otras condiciones psicológicas que no ameritan necesariamente el uso de un medicamento o de tratamiento a largo plazo.

“Corresponde” a los pacientes y sus familias formarse en el autoconocimiento de la enfermedad, saber en que consiste, como se trata, como se medica, conocer las características de una crisis y exigir a su psiquiatra tratante toda la información que pueda ser de utilidad.

“Corresponde” a la sociedad y a los medios de comunicación ser más críticos ante este tipo de situaciones, mirar con objetividad y sobre todo con empatía las dificultades que congéneres pueden estar enfrentando a través de la difusión de noticias positivas relacionadas con la enfermedad mental y su tratamiento y no vinculadas a estereotipos excluyentes y denigrantes.

Es necesario cuestionarse acerca de la visión que cada uno posee tanto de la psiquiatría como de aquellos que de alguna manera se relacionan con ella. No teniendo como objetivo el generar conflictos y disertaciones, sino el comprender nuestras actitudes y pensamientos ante este importante tema.

Hay una gran cantidad de barreras por superar. Pero a la vez, mucho que ganar.

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